Durante los últimos años, se ha sugerido la participación de la microbiota intestinal y el eje intestino-cerebro en diversas patologías psiquiátricas y neurodegenerativas.
Sin embargo, es quizá al centrarnos en los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) que este eje intestino-cerebro adquiere toda su importancia. En efecto, una de las funciones del intestino es detectar la cantidad de nutrientes ingeridos y enviar señales al cerebro, en particular, a través del nervio vago, pero también mediante la producción de hormonas para regular el apetito y la saciedad. Diversos estudios han demostrado que la microbiota modula las señales que envía el intestino al cerebro.
De ahí a pensar que el apetito está bajo el control de nuestra microbiota y que un desequilibrio de ésta podría favorecer la aparición de los TCA hay tan solo un paso que el dossier de esta edición podría ayudarnos a dar. Este dossier, que se centra en la anorexia nerviosa y ha sido redactado por dos médicas especialistas en la materia, sugiere un papel etiológico de la microbiota en esta patología, lo que abre perspectivas diagnósticas y terapéuticas enfocadas en las bacterias intestinales. Esto representaría, indudablemente, un progreso significativo en el manejo de esta patología para la que, actualmente, no existe ningún tratamiento específico.
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Philippe Gérard Redactor jefe de este número